EL TENEDOR


El tenedor llegó a Europa procedente de Constantinopla a principios del siglo XI de la mano de Teodora, hija del emperador de Bizancio Constantino Ducas. Lo llevó a Venecia al contraer matrimonio con Domenico Selvo, Dux de aquella república. Pero Teodora era tachada por sus contemporáneos, por esta y otras refinadas maneras orientales, como escandalosa y reprobable.
La emperatriz Teodora, hija del emperador Constantino Duca, y esposa del 'dux' de Venecia, Domenico Selvo introdujo el tenedor en Italia en el siglo XI. Esta noble y refinada extranjera asombró y escandalizó a los italianos con sus costumbres tan mundanas y cosmopolitas

Los defensores del tenedor intentaron varias veces introducirlo en Francia sin éxito. En la Edad Media
Catalina de Bulgaria quiso hacerlo popular en la corte pero los franceses la consideraron cursi y licenciosa. Más tarde fue Carlos V de Francia, que lo conoció en Venecia tras la vuelta de un viaje de Polonia.

Pero esta vez el fracaso tuvo motivos puramente sexuales: el rey y sus inseparables amigos tenían fama de homosexuales y el tenedor volvió a perder la batalla al ser considerado como un objeto caprichoso propio de personas un tanto equívocas. La realidad es que el rechazo que tuvo el tenedor durante siglos obedecía más a una falta de habilidad de los comensales que a una posible falta de utilidad.

Un autor contaba cómo los comensales se causaban heridas con ellos, pinchándose con sus afiladas púas los labios, las encías y la lengua. Ya en el siglo XVII el viajero inglés Tomas Coyat cuenta lo generalizado que estaba el tenedor en Italia. En España encontramos referencias en el siglo XIV como un instrumento que usaban los maestros trinchadores, y el marqués de Villena, en un tratado de 1423 titulado Arte Cisoria, incluye un utensilio cuya descripción corresponde a un tenedor de tres puntas.
El uso del tenedor se generalizó en España en el siglo XIX y en concreto fue Barcelona donde se creó la primera industria en la fabricación de estos indispensables, en la actualidad, utensilios.

Ana de Austria, esposa de Luis XIII
de Francia,era célebre por sus manos
blancas y porque, en lugar de comer
con un
tenedor, lo hacía con sus dedos
enfundados en pulcros
guantes blancos.
Exactamente igual que su hijo, Luis XV
a
pesar de la regia etiqueta que éste
implantaba en sus
mesas.



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