CUANDO SILBAN LAS BALAS 1910


Un año después 1911 la situación se complica.



A pesar de que ya que habían surgido varios levantamientos en el país, anunciándose el acuartelamiento de las tropas en la ciudad y de la prohibición de realizar reuniones públicas. Nada de eso, sin embargo, alteraba el aire amodorrado de paz dominical que envolvía a la ciudad de México ese día. Era un domingo que había empez
ado como muchos otros. Mientras tanto lejos de la capital, en los pueblos y las rancherías del Estado de Chihuahua, el anochecer de ese domingo señaló el amanecer cierto de la revolución anunciada por Madero. Esa noche, las mujeres encendieron la lumbre en las cocinas ahumadas, secándose las lágrimas con el rebozo, porque se habían quedado solas, aunque todavía parecía resonar en el aire el rumor de los caballos que se alejaban en tropel.
Había partido los esposos, los hijos, los hermanos, todos esgrimiendo los Winchesters, todos con sus camisolas cruzadas de cananas bien reple
tas de balas. Esa fue la noche de los primeros choques.

LOS PRIMEROS CHOQUE
S desordenados de lucha brotaron en el estado más grande de la república, Chihuahua. Por que al agotarse todos los recursos políticos y desahuciarse la desesperanza de un pueblo engañado por la dictadura de don Porfirio Díaz, donde la paz fue impuesta por él, una paz forzada, era en algunos aspectos tan degradante como la época Virreinal. El pueblo cansado, pobre, oprimido sin siquiera que llevar un pan a sus hijos ya que todo se lo quedaban las tiendas de raya, además hay que agregar el permiso de pernada (costumbre medieval que tenia derecho el patrón con sus hijas antes de casarse), hartos de todo esto y más el pueblo se levanta en armas junto con el simpatizante Francisco I. Madero, la misión derrocar los 34 años de dictadura de don Porfirio Díaz. Este Movimiento armado solo logro envolver al país durante diez largos años en el peor de los escenarios todo por la ambición del poder, el dictador Díaz dejaba la mesa puesta a todos sus cachorros que buscaban el poder a costa de lo que fuera.
Al país le costaría más de un millón de almas y el atraso financiero más grande de Latinoamérica.
Desde que Porfirio Díaz abrió la puerta de par en par al capital extranjero. Los Estados Unidos se mostraban temerosos la pérdida de estabilidad y el orden interno de la vecina república afectara los intereses de sus inversionistas en México y deciden poner 20 mil soldados custodiando su frontera. Este era el triste reflejo del panorama de la caída de un México progresista que se creía que estaba a punto de convertirse en un nuevo Japón.
La consigna tenia una fecha: domingo 20 de noviembre de 1910.
Ese fue un domingo que comenzó como muchos otros. Porfirio Díaz salió de su casa en la calle de Cadena y, como todas las mañana, hizo su paseo acostumbrado. Se le veía fatigado, mostrando el peso de sus 80 años, tal vez por las muchas fiestas del Centenario, tal vez por las preocupaciones que le causaban las noticias que llegaban del país. Esas noticias se vinculaban todas con Francisco I. Madero quien súbitamente y en el plazo de poco más de un año y medio, se le había erigido en el opositor más enconado y serio que tuvo nunca; el mismo Madero que unos meses antes había tenido el atrevimiento de enviarle una carta personal que parecía tener el sentido de un ridículo ultimátum. Porfirio Díaz la había leído varias veces, siempre con más indignación. “La Nación- decía esa carta- está cansada del continuismo, y desea un cambio de gobierno. No obstante la desigualdad de la lucha, nosotros aceptamos y deseamos la lucha en los comicios. Pero si desgraciadamente se transtorna la paz, será usted el único responsable ante la nación, ante el mundo civilizado y ante la historia”.(1)
Esa advertencia de Madero parecía materializarse violentamente en una cantidad de sucesos aislados a que se habían registrado en diversos lugares del país. Se suponía que en los diarios de ese domingo la noticia principal era la muerte de León Tolstoy, pero nadie se dejaba engañar; o que el presidente Taft llegara a Cuba.
Lo que importaba ese día, eran las noticias de Orizaba y Tlaxcala, donde la policía había hecho numerosas detenciones y, más especialmente, los sucesos de Puebla.
“El País” anunciaba en primera pagina: “Aquiles Serdán murió dentro de un sótano”, aunque todavía no se entendiese que ese era el primer héroe de la revolución que en puebla se había anticipado dos días a causa de sucesos imprevistos. El corresponsal de “El País”, en Nueva York, había desmentido a la prensa de Estados Unidos que México estuviese envuelto en la anarquía y hubiese estallado una revolución, mientras en “El Imparcial” se informaba que habían ocurrido levantamientos en algunos lugares.

(1).-Valadéz, José C.: Imaginación y Realidad de Francisco Madero). T. II, pág. 62, 1960)



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