En Estados Unidos, por ejemplo, la población indígena no fue sometida, sino exterminada.

Después, para suplir la mano de obra esclava importaron negros de Africa. Allá se proclama que "The best indian is the death indian": el mejor indio es el indio muerto.

La tesis calvinista de la predestinación y del destino manifiesto, según la cual los pueblos prósperos son hijos de Dios y los pueblos atrasados son hijos del Diablo, sirvió de base para que los conquistadores puritanos casi acabaran con los pieles rojas; evidentes "hijos del Diablo" cuya cabellera tuvo precio como la piel de cualquier animal.

Los sobrevivientes fueron relegados a campos de lenta extinción llamados discretamente "reservaciones". Y junto a este genocidio que nadie lamenta, suenan sospechosas tantas quejas contra la Conquista española que civilizó pueblos en vez de exterminarlos, que dejó al indio sobre sus tierras y le dio nuevos cultivos, que cruzó su sangre con él en vez de rehuirlo como a hijo del Diablo y le dio su técnica, su idioma y le enseñó su religión.

José Ramírez Rubio
(v.pág 11/A de El Occidental del 20 de octubre de 2002).

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