ORO Y GENOCIDIO La historia de la fiebre del oro en California

Parte 1

El 24 de enero de 1998, el estado de California inició la celebración del 150 aniversario del descubrimiento de oro en Sutter's Mill. La celebración de tres años empatará este año con el 150 aniversario de la incorporación de California a la unión estadounidense.

Ante 9000 personas, el gobernador Pete Wilson dijo en 1998: "Es un día glorioso. Qué magnífico es celebrar nuestro pasado y dar gracias, sin importar cómo llegamos ni de dónde vinimos". El mismo gobernador que lanzó violentos ataques contra los inmigrantes continuó con cara de palo: "Eso dio origen a una tradición sin comparación: una tradición de gente que llegó de todas partes del mundo. Vinieron aventureros, pioneros y gente que abrió caminos textual y figurativamente".

Ese es el mito de la fiebre del oro: una historia de individuos briosos y esforzados de todas partes del mundo que llegaron a California a hacer fortunas con trabajo duro y buena suerte. Es un mito del sistema capitalista: que uno se enriquece si trabaja duro y que el sistema beneficia a todos.


Fiebre del Oro en California

Un monumento a la "Fiebre del Oro" en una antigua mina

Hoy la prensa dice que se está dando una "nueva fiebre del oro en el valle Silicon", el centro de la industria de computadoras.

Pero la verdadera historia de la fiebre del oro está teñida de sangre. En ese entonces, Henry David Thoreau escribió que se trataba "de la mayor desgracia de la humanidad". Para los indígenas, los inmigrantes que no eran europeos y los afroamericanos, la fiebre del oro representó la opresión, discriminación y genocidio.


California antes de la fiebre del oro
A finales del siglo 16 España tenía un enorme imperio colonial en el "nuevo mundo", que se extendía desde Tierra del Fuego en el sur hasta Norteamérica (desde el Misisipí hasta California). Un historiador describió una característica esencial del imperio español: "Era una cruel alquimia que convertía la riqueza humana en tesoros materiales consumiendo cientos de vidas indígenas por cada lingote de oro enviado a Madrid. Un holocausto de esclavitud, atrocidades y enfermedades redujo la población indígena de la Nueva España de 11 millones de habitantes cuando llegó Cortez (1519-1521) a seis millones en 1550".

La principal institución social creada por los españoles en California fue el sistema de misiones. En 20 misiones a lo largo de la costa esclavizaban a miles de indígenas: construían las misiones, cultivaban la tierra y hacían todos los oficios para los colonos; a cambio recibían latigazos y permanecían encadenados y encerrados.

La mortalidad de los indígenas en las misiones era espantosa: entre 1790 y 1800 los franciscanos captaron 16.100 indígenas, de los cuales 9300 murieron, o sea el 58%. En 1818 el 86% había muerto.

En 1821, después de 11 años de lucha, México se independizó de España. En 1834, José Figueroa, el gobernador de California (que formaba parte de México), anunció la "secularización de las misiones". Prometió repartir la tierra: la mitad a los indígenas y la otra mitad a los que solicitaran tierras para trabajar. Sin embargo, la promesa jamás se materializó. En pocos años, casi todas las tierras de las misiones fueron entregadas a los amigos y socios del gobernador. Muchos indígenas destruyeron los edificios de las misiones en que los tuvieron sometidos.

Al sistema de misiones lo reemplazó un sistema de ranchos con tierras concedidas por el gobernador. En 1846 los gobernadores y sus lugartenientes terminaron la entrega de 26 millones de acres a 813 solicitantes. Los rancheros saquearon las misiones y pusieron a los indígenas a trabajar como siervos. Un rancho tenía 600 sirvientes indígenas. Un historiador comentó que los ranchos "eran el primo californiano de las plantaciones del Sur".

California entró a la unión estadounidense en 1850. En 1840, solo tenía 400 ciudadanos estadounidenses, pero eso no frenó a Washington. En 1845, el día de la toma de posesión el presidente James Polk le dijo en confianza al secretario de la Marina que uno de sus principales objetivos sería arrebatarle California a México. La doctrina con que se justificaba tal expansión se llamaba "Destino Manifiesto", que expresaba la "voluntad de dios". Para provocar una guerra con México, en 1846 Polk despachó tropas a territorio mexicano desde Texas (recién anexado). Cuando México respondió a la agresión, Estados Unidos le declaró la guerra.

En la batalla final por la ciudad de México las tropas estadounidenses entraron en la capital. Un comerciante mexicano escribió a un amigo sobre el cañoneo de la ciudad: "En algunos casos se destruyeron manzanas enteras, y grandes cantidades de hombres, mujeres y niños murieron o sufrieron heridas".

Un soldado estadounidense describió así la ocupación de la ciudad de México: "Primero se metieron en las cantinas; luego, borrachos, cometieron toda clase de ultrajes. A las ancianas y las jovencitas les arrancaron la ropa y a otras les fue peor. A los hombres los mataban por docenas... saquearon establecimientos, iglesias, tiendas y viviendas.... Por todos lados había caballos y hombres muertos, y los soldados borrachos perseguían gritando y aullando a los mexicanos que huían de sus hogares".

Fiebre del Oro en California

México se rindió en 1848 y fue obligado a firmar el Tratado de Guadalupe Hidalgo, el cual le dio a Estados Unidos casi la mitad de su territorio. Así fue como poco antes del descubrimiento de oro California llegó a ser territorio de Estados Unidos.


La verdadera historia de Sutter's Mill

Los libros escolares dicen lo siguiente sobre la fiebre del oro en California:
En la mañana del 24 de enero de 1848, James Marshall estaba construyendo un aserradero para su patrón, John Sutter, cuando descubrió oro y cambió para siempre la historia de California.

Eso ni empieza a contar lo que sucedió. Para empezar, ¿quién era John Sutter y en qué negocios andaba?

John Augustus Sutter convenció al gobernador mexicano de California de que le diera 48.000 acres (120 kilómetros cuadrados) en el valle Sacramento. Naturalmente en esa tierra vivían indígenas, como los 200 miwok que vivían a 20 kilómetros de lo que hoy se llama Sutter's Fort. La aldea Kadema quedaba a nueve kilómetros hacia el oeste y a nueve kilómetros al norte vivían los maidu.

Los indígenas realizaban casi todos los oficios en el rancho de Sutter. Hombres y mujeres miwok y maidu construyeron el fuerte, araban la tierra, sembraban trigo y otros productos, cuidaban el ganado, tejían, hacían sombreros, cobijas, operaban una destilería, trabajaban en la curtiduría, atendían un hotel y cazaban venado.

Hoy, los guías y los letreros de Sutter's Fort dicen que los indígenas estaban ahí voluntariamente y que se les trataba bien. Pero la verdad es que los tenían como siervos y casi como esclavos. Heinrich Lienhard, un capataz de Sutter, escribió: "Tenía que encerrar con candado a las mujeres y a los hombres para que no se escaparan de noche y regresaran a sus tierras. Durante el día muchos se fugaban".

Sutter armaba a los indígenas de pueblos cercanos para que secuestraran a niños de pueblos lejanos para venderlos en San Francisco. Otro observador escribió que a Sutter "le gustaban las jovencitas indias".

En 1844, Pierson Reading, otro capataz de Sutter, escribió: "Los indios de California son tan mansos como los negros del Sur. Por migas se pueden conseguir sus servicios de por vida". Un indígena de California dijo la pura verdad cuando escribió: "Sutter esclavizó a mi abuelo para la construcción del fuerte. Lo hizo trabajar muy duro y le dio el mínimo de comida. A la primera oportunidad mi abuelo se escapó con la familia y se escondió en las montañas".

Sutter no se adaptó a las transformaciones económicas ni a la llegada de miles de colonos. Los indígenas se escaparon del fuerte y no quedó nadie para recoger el trigo. Los mineros le robaban el ganado. Su título de propiedad tenía problemas y quebró.



John Sutter James Marshall

John Sutter y James Marshall

El genocidio de los indígenas

Ningún grupo de la sociedad sufrió más a consecuencia de la fiebre del oro que los indígenas. Se calcula que antes de la llegada de los europeos, en la región ahora conocida como California, vivían de 310.000 a 705.000 indígenas, y que antes de la fiebre del oro murieron unos 150.000 en las misiones. El resto de la población indígena fue diezmada durante la fiebre del oro y en 1870 solo quedaban 31.000, según el padrón oficial del estado.

Se informa que al verano siguiente del descubrimiento de oro en Sutter's Mill, unos 4000 indígenas trabajaban en las minas para los blancos. Pero luego se les prohibió por ley trabajar en las minas. A eso le siguió una política sistemática de genocidio.

En un discurso ante los legisladores del estado en enero de 1851, el gobernador, Peter H. Burnett, prometió que "continuará una guerra de exterminio entre las razas hasta que se extinga la raza india". La prensa aclamó la campaña y en 1853 el Yreka Herald le pidió al gobierno que ayudara "a los ciudadanos del norte en una guerra de exterminio a muerte de todos los pieles rojas. Ya no hay que esperar la hora del exterminio; la hora ha llegado, la labor ha empezado. Al primero que pida tratado o paz hay que tratarlo como traidor". Otros periódicos expresaron sentimientos similares.

En unos pueblos se ofrecía dinero por la cabeza o el cuero cabelludo de los indígenas. En 1855, en Shasta City, se ofrecía 5 dólares por cabeza y en 1863, en Honey Lake, 25 centavos por cuero cabelludo. Un habitante de Shasta City escribió que vio a hombres llegar al pueblo con de ocho a doce cabezas colgadas de sus mulas. Otros pueblos aplicaban castigos colectivos contra las comunidades de los indígenas acusados de un delito. Así destruyeron 150 comunidades indígenas.

En 1851 y 1852 el estado de California pagó, con los ingresos del oro, un millón de dólares a milicias que cazaban indígenas. En 1857 les pagó $400.000 en bonos.

El periódico Alta Californian informó sobre una masacre cometida bajo la dirección de un tal capital Jarboe en 1860: "La cuadrilla descendió sobre ellos y les voló la tapa de los sesos o les partió el cráneo con hachas. Incluso a los recién nacidos que llevaban en canastas les partieron la cabeza o los cortaron en pedazos. Las madres y los niños sufrieron la misma suerte.... A los que intentaban huir les perseguían o les disparaban.... Los niños, que apenas empezaban a caminar, corrían hacia las mujeres llorando de miedo, pero los aniquilaron como animales salvajes y los amontonaron".

El 12 de abril de 1860, las autoridades estatales aprobaron $9347.39 para pagar "la deuda contraída por la expedición contra los indios en el condado Mendocino que dirigió el capitán W.S. Jarboe". El gobernador felicitó a Jarboe en una carta "por hacer todo lo que se esperaba" y le agradeció "sinceramente por la manera en que realizó la campaña".



"Cazadores de indios"


En 1850, se aprobó la ley de "Protección de los indios", que permitía a los blancos poner a trabajar a cualquier indígena que no pudiera comprobar su fuente de ingreso. Como los indígenas no tenían el derecho de hablar en un tribunal, la ley automáticamente favorecía a los blancos. Muchos ni se molestaban en cumplir la ley y simplemente compraban niños y mujeres indígenas; ese tráfico fue la fuente de grandes fortunas.

Un editorial del Marysville Appeal ilustra esa práctica: "Es de estas tribus montañosas que los blancos secuestran niños para enseñarles a ser sirvientes y mujeres para labores y lujuria... en el norte del estado hay cuadrillas que se dedican exclusivamente al robo de niños y jovencitas... para venderlas a altos precios a los colonos que con gusto pagan $50 ó $60 por un cocinero o sirviente, o $100 por una jovencita".

Para allanar el camino de los colonos, en 1853 el Senado federal mandó tres comisiones a negociar tratados con las tribus de California. En total negociaron 18 tratados. Los indígenas cedieron miles de acres a cambio de protección y la promesa de que se les dejaría vivir en tierras con suficiente agua y animales para vivir según sus costumbres. Los terrenos prometidos cubrían 7,5 millones de acres, o el 7.5% del territorio de California. Cuando los indígenas empezaron a ocupar esas tierras, se les informó que era ilegal porque el Senado no aprobó los tratados.

En vez de cumplir los tratados, el gobierno federal impuso un "sistema de puestos militares" en reservas con un "sistema de disciplina e instrucción". El mantenimiento de la tropa lo pagaría "el excedente de la mano de obra indígena". Se suspendieron las negociaciones y en vez se "invitó a los indígenas a concentrarse en las reservas".

Los acorralaron en las reservas a punta de fusil y marchas forzadas. En el poema History Lesson, la poeta indígena Janice Gould cuenta cómo fue: "El desplazamiento duró dos semanas y de los 461 indígenas que emprendieron la triste marcha solo 277 llegaron a Round Valley. Muchos murieron de las siguientes maneras: les dispararon a los que trataron de fugarse. A los viejos, enfermos o mujeres que no podían continuar los mataron con bayonetas para no desperdiciar municiones. También mataron bebés; los agarraban de los pies y los estrellaban contra árboles o piedras para reventarles el cráneo".



Indios Yuma

Indios Yuma



En las reservas los ponían a trabajar como animales de carga para los colonos. En 1857, un colono dijo: "Unos 300 murieron en la reserva por andar por las montañas en la nieve y el lodo.... Se les hacía trabajar desnudos, solo con una piel de venado sobre los hombros.... En promedio cargaban 50 libras".

Aunque eran menos y no tenían armas, los indígenas opusieron resistencia al genocidio. Uno de los episodios más famosos de resistencia fue la guerra de los modoc a principios de los años 1870. Los modoc abandonaron la reserva para regresar a sus tierras ancestrales del condado Siskiyou. Bajo la dirección de Kentipoos, conocido como el capitán Jack, 150 guerreros combatieron contra más de 1000 soldados. Resistieron durante meses, hasta que los cañones Howitzer y la falta de agua los debilitaron. Al capitán Jack lo ahorcaron. El ejército tuvo 83 bajas y la guerra le costó al gobierno un millón de dólares.



*****



"Ustedes, que nos han puesto precio, que nos han desplazado, ¿a qué costo? Cuánto vale la fosa donde nuestros huesos comparten una pizca de memoria; cómo un siglo convierte a nuestros muertos en especímenes y nuestra historia en polvo...".

Wendy Rose, Three Thousand Dollar Death Song, 1980



La verdadera historia de la fiebre del oro es la historia del genocidio de los indígenas, el robo del territorio mexicano y de crímenes contra muchos otros sectores de la población. Son crímenes que emanan de la naturaleza del sistema, que pone por encima de todo la acumulación de riqueza. La fiebre del oro creó imperios económicos, familias como los Hearst y compañías como Wells Fargo y el Banco de California. La verdad es que la riqueza de California chorrea sangre.




(La segunda parte examinará el impacto de la fiebre del oro en los californios, en los inmigrantes latinoamericanos y chinos, y en los afroamericanos, así como la destrucción del ambiente)




Parte 2



El 24 de enero de 1998, el gobierno de California inició una celebración de tres años para conmemorar el aniversario del descubrimiento de oro en 1848 y la incorporación de California a la Unión estadounidense. Según el mito de la fiebre del oro, hombres rudos y fuertes hicieron vastas fortunas en el Oeste gracias a grandes esfuerzos y buena suerte, pero en realidad la sangre de muchos miles de víctimas bañó el oro que se sacó de los ríos de California.


Cuando descubrieron oro en Sutter's Mill en 1848, la noticia corrió como pólvora por todo el Este de Estados Unidos. Millones de europeos, atraídos a Estados Unidos por la promesa de tierra gratis, no encontraron el sueño del propietario acomodado sino la pesadilla del agricultor pobre. En ese momento, muchos agricultores estaban al borde de la bancarrota y su único futuro era ponerse a trabajar una jornada de 12 horas en la nueva industria textil. Pero de repente, se vislumbró otra alternativa, la promesa de "¡Oro gratis!": que en los ríos y cerros del lejano California, el oro estaba "ahí tirado" para quien lo juntara.

En 1849, llegaron cien mil personas a California a buscar oro; un 80% eran blancos del Este y un 20% eran de México, China, Latinoamérica, Australia y Europa, además de negros (muchos de estos eran marineros que abandonaron sus barcos en los puertos de California).

Dejaron la familia e hicieron el peligroso viaje a California, pero la mayoría no se hizo rica. Los blancos sirvieron de "soldados rasos" para la campaña de "Destino Manifiesto": la expansión de Estados Unidos de costa a costa, la cual reprimió y desplazó a los indígenas y mexicanos de la región, los inmigrantes y los afroamericanos. Incluso muchos mineros blancos, víctimas de la explotación, acabaron arruinados o lisiados, o perdieron la vida.



Fiebre del Oro en California


La vida del minero

"No te imaginas lo cochina que es la minería de oro y lo que sufre el minero.... No vivimos como gente sino como animales".

Carta de un minero

La disentería era muy común porque los mineros tomaban agua de pozitos de filtración de solo un metro de profundidad. En 1850, 1852 y 1854, hubo epidemias de cólera en San Francisco y cada una arrasó con un 5% de la población. Un médico calculó que una de cada cinco personas moría antes de cumplir seis meses de llegada.

La extracción de oro llegó a su auge en 1852; de ahí en adelante, era muy difícil que el buscador de oro sacara ganancias, las cuales bajaron de un promedio de $20 al día en 1848 a $10 en 1850, $5 en 1853 y $3 a fines de la década.

Cuando el oro de la superficie se agotó, se requerían tecnologías caras para extraerlo (como la minería hidráulica, que utiliza chorros de agua, o minas profundas). En 1853, se invirtieron $3 millones para desviar el río Yuba. Según un historiador: "Los nuevos dueños eran lo que sus contemporáneos llamaban capitalistas y, como resultado de dicho proceso, el control pasó del minero independiente del cerro al hombre de negocios y finanzas de la ciudad".

Según el censo de 1860, solo uno de cada diez mineros tenía tierra o propiedades. Un historiador concluyó: "Una cantidad desproporcionada de mineros no tenía ninguna propiedad.... Ya no vivían en los campamentos, soñando con hacerse ricos, sino en los barrios bajos, esperando ganarse un quinto en las nuevas industrias".

A fines de la década de 1850, la mayoría de los mineros ya eran proletarios que trabajaban por un salario y enriquecían a los patrones. Muchos trabajaban en las minas hidráulicas o de cuarzo de California o en las minas de plata de la Veta Comstock de Nevada. En la Veta Comstock, trabajaban de 650 a 1000 metros bajo tierra, en un calor infernal de 43 a 50 grados C; sacaban el mineral con los nuevos explosivos y corrían el peligro de derrumbes constantes, gases letales e incendios. A los lesionados y a los familiares de los que morían en las minas no los indemnizaban; nada más sacaban a los muertos y metían a nuevos trabajadores.



Minero con sus mulas

Minero con sus mulas



Unos pocos hicieron grandes fortunas en la fiebre del oro. Eos nombres se ven en las calles, universidades, hoteles y museos de California, "el Estado Dorado". Los capitalistas del ferrocarril Charles Crocker, Leland Stanford, Mark Hopkins y Collis Huntington acumularon más riquezas. William Ralston, dueño del Banco de California y de las minas de Comstock, hacía suntuosos banquetes, donde servía la comida en platos de oro y plata a centenares de compinches acaudalados.





"Extranjeros" en su propia tierra



En 1848, Estados Unidos invadió a California, se lo arrebató a México e instauró un gobernador militar. La Casa Blanca acicateó la fiebre del oro, pues facilitaría la "americanización" del nuevo territorio. En diciembre de 1848, el presidente Polk causó una estampida al anunciar en el Congreso: "Son tan extraordinarios los relatos de la abundancia de oro en el territorio que serían increíbles si no fueran corroborados por informes de funcionarios públicos".

En 1848, antes de la fiebre del oro, había 14.000 "californios" (los habitantes de la región que hablaban español), entre ellos muchos mineros mexicanos que brindaron su experiencia y técnicas a los que llegaban del Este. Así se introdujeron al inglés palabras españolas como "bonanza". En 1854, la población de California había aumentado 20 veces; la clase dominante espoleó y aprovechó esa invasión para llevar a cabo la "americanización" del nuevo territorio, y el capitalismo y su ideología de "te chingo o me chingas" creó enemistad entre los mineros.

El gobierno fomentó racismo contra los mineros latinos. El general Persifor Smith anunció que acusarían de "entrada ilegal" a los mineros que no fueran ciudadanos. En abril de 1849, un grupo de racistas atacó a mineros chilenos, peruanos y mexicanos en Sutter's Mill. El 4 de julio, una turba mató a mineros mexicanos y robó sus pertenencias. Mil mineros chilenos huyeron a San Francisco, pero ahí los atacó otro grupo racista llamado "La Jauría".

A los californios, los mexicanos y los inmigrantes les negaron los derechos más elementales. Una ley contra la vagancia atacó a "todas las personas comúnmente conocidas como greasers (grasosos), es decir, de sangre hispana o indígena". En 1790, una ley federal (que siguió en vigor casi 100 años) decretó que sólo los "blancos" podían hacerse ciudadanos. En su primera sesión, la nueva legislatura de California limitó el derecho a votar a los hombres blancos que eran ciudadanos.

A los californios les arrebataron las tierras a pesar de las promesas del gobierno de respetarlas. Surgió una clase de grandes propietarios blancos, quienes acapararon la tierra, y en poco tiempo California tenía la mayor concentración de tenencia de tierra del país.



Fiebre del Oro en California - Sutter's Mill

Sutter's Mill



Lincharon a muchos latinos. Un pueblo se ganó el nombre de "La Horca". Las cortes respaldaban a los racistas, como revela este comentario: "Darles un juicio justo ante un jurado y ahorcarlos con toda la majestad de la ley: ahí está el remedio".

Las cortes no aceptaban el testimonio de ningún latino, negro, indígena o chino. En un caso, el juez declaró: "Como los dos acusados son `greasers', no se puede confiar de sus juramentos".





La resistencia



En 1850, la legislatura de California impuso un "Impuesto al Minero Extranjero", muy excesivo, con el fin de correr a los mineros latinos e inmigrantes. Esto prendió resistencia, inspirada por la experiencia de las insurrecciones de 1848 en Europa, donde la clase obrera revolucionaria subió al escenario de la historia e izó la bandera roja por primera vez sobre las barricadas.

En Sonora, California, 4000 mineros rehusaron pagar el impuesto; al día siguiente, 400 tropas los desalojaron. Un soldado escribió: "Hombres, mujeres y niños, todos a desalojarse, con todo y petate. Las tiendas de campaña al suelo; sacaban todo de las casas, de las casuchas y se apresuraban a subirlo a las bestias, mientras la muchedumbre se batía en retirada". Arrestaron a dos mineros franceses acusados de militar en la orden "Republicana Roja". Al día siguiente, 500 mineros franceses y alemanes airados marcharon a la plaza central; gritaron consignas revolucionarias y reclamaron la libertad de sus compañeros. El gobierno tuvo que retirar el odiado impuesto.

Rebeldes mexicanos como Tiburcio Vásquez y el legendario Joaquín Murieta se lanzaron a la lucha y recibieron mucho apoyo. Vásquez declaró durante su juicio: "El odio y la venganza se apoderaron de mí. Tuve muchos pleitos en defensa de lo que para mí son mis derechos y los de mis compatriotas; nos despojaron de nuestros derechos elementales".



Fiebre del Oro en California





Gam Saan Haak



En 1852, más de 20.000 chinos emigraron a California, en búsqueda de oro y trabajo; los llamaban Gam Saan Haak (Viajeros a la Montaña de Oro). El mismo año, la legislatura de California condenó "la concentración de una vasta población asiática dentro de las fronteras de nuestro estado".

En mayo de 1852, se instituyó el segundo "Impuesto al Minero Extranjero", para correr a los inmigrantes chinos. El impuesto cobraba una mensualidad a todo minero no ciudadano. Hacia 1870, los mineros chinos habían pagado $5 millones, lo cual representaba del 25% al 50% de los ingresos del gobierno estatal.

En 1855, se instituyó la "Ley para Desalentar la Inmigración al Estado de quienes no Pueden Hacerse Ciudadanos". Siete años después, siguió la "Ley Para Proteger la Mano de Obra Libre del Blanco contra la Competencia de la Mano de Obra del Culí (Peón) Chino y para Desalentar la Inmigración China al Estado de California".

Los racistas atacaban a las comunidades chinas, y destruían sus casas y tienditas. Los linchaban, les arrancaban el cuero cabelludo, los castraban y los marcaban con hierros candentes. Para humillarlos, les cortaban la trenza tradicional.

En un pueblo de Nevada, amarraron a un chino, lavandero de oficio, a la rueda de un vagón y lo echaron a andar hasta que se le cayó la cabeza. A un pescador chino lo marcaron con hierros, le rayaron las orejas con un cuchillo, le cortaron la lengua y después lo mataron. En una sola noche de 1871, ejecutaron a 20 chinos en Los Angeles, linchados, quemados o crucificados.

Hacia la década de 1860, los chinos, expulsados de las minas, trabajaban en la construcción de las vías del ferrocarril, donde los capitalistas los aprovecharon para bajar el costo de la mano de obra en una tercera parte. Con herramienta y dinamita rudimentarias, tajaron un camino en un precipicio de 425 metros arriba del río Americano, donde muchos murieron. Por su parte, el capitalista ferrocarrilero Charles Crocker recomendó a un comité legislativo que prohibiera a los chinos hacerse ciudadanos.

Según el censo de 1870, el 61% de las 3536 mujeres chinas que vivían en California trabajaban en la prostitución. Muchas eran de familias muy pobres quienes las vendían, engañadas con la promesa de un matrimonio en Estados Unidos. Al bajar de los barcos, las vendían en subastas al aire libre en los muelles de San Francisco, a plena vista de la policía. Vivían como esclavas encerradas en pequeños cuartitos. Una de ellas escribió: "Mis dueños nunca están satisfechos, no importa cuánto dinero les entregue".


Los negros y la fiebre del oro

Hacia 1860, había más de 4000 negros libres en California, la mayoría en las regiones mineras cerca del horcajo del río Americano. Por lo general, trabajaban en minas mal construidas y muy peligrosas, donde muchos murieron por los derrumbes.

Su presencia en California era una cuestión muy candente. Mucha gente temía que llevar esclavos negros bajara el salario de los obreros "libres" y por eso quería prohibir la migración de todos los negros. En 1849, ese fue el tema de mayor debate en el congreso constitucional de California.

Un año después, California entró a la Unión estadounidense como "estado libre", donde se prohibía la esclavitud. Si bien se permitía la migración de negros, se les prohibía votar, dar testimonio o entrar a la milicia. Al igual que otros "estados libres", California tenía una Ley del Esclavo Fugitivo, según la cual se comprometió a entregar al dueño a todo esclavo que escapara a ese estado. En realidad, muchos de los trabajadores "libres", sobre todo los negros e indígenas, vivían y trabajaban en condiciones de virtual esclavitud.

En California surgió un fuerte movimiento contra la esclavitud. Los negros convocaron varios congresos durante la década de 1850. Muchos blancos los apoyaron, entre ellos 300 abogados que firmaron peticiones contra las leyes que discriminaban a los negros. Un alemán que viajó a California en esa época escribió: "Los negros de California demuestran gran energía e inteligencia en la lucha por salvar a sus hermanos" y un "talento excepcional" de ayudar a los esclavos fugitivos. En un caso famoso, Archie Lee, un esclavo quien viajó a California con su dueño, ganó su libertad ante un tribunal; los gastos los sufragaron 4000 negros libres.


*****
El gran mito de Estados Unidos es que los pobres pueden "superarse" sin la necesidad de organizarse ni luchar contra el sistema, simplemente ¡haciéndose ricos!, y a lo largo de la historia del país se ha repetido esa promesa del camino rápido y fácil para salir de la opresión.

La noticia tan sonada de "Oro Gratis en California" produjo una gran migración al nuevo territorio. Los que no se hicieron ricos con la "tierra gratis" ahora harían fortuna con las pepitas de oro tiradas en el suelo. En realidad, la promesa de "tierra gratis" fue falsa, pues esa tierra ya tenía habitantes. El sistema capitalista siempre concentra más riqueza en manos de un puñado y amuela a las grandes mayorías. La promesa de la fiebre del oro era igual de falsa. Es cierto que se hicieron grandes fortunas en pocos años pero, ¿quiénes se hicieron ricos? Los dueños de las grandes minas, los capitalistas del ferrocarril y del comercio, los que dominaban la economía y tenían el poder.

Sello conmemorativo de la Fiebre del Oro en California

En su búsqueda febril de oro, los blancos que llegaron del Este se enemistaron con los indígenas y los californios; la fiebre del oro consolidó la dominación estadounidense de la costa oeste, despojó a los mexicanos y aceleró el genocidio de los indígenas. Por su lado, la abrumadora mayoría de mineros blancos acabaron en la ruina o como obreros explotados por la nueva clase capitalista de California.

La fiebre del oro se desató en la época del surgimiento del capitalismo en Estados Unidos. Hoy, hablan de una nueva "fiebre del oro"-en la alta tecnología y la bolsa de valores-pero nuevamente un puñado se hace rico, y reprimen sin piedad a los pobres, los inmigrantes y las nacionalidades oprimidas.

Durante los 150 años que han transcurrido desde la fiebre del oro, el sistema no ha cambiado; sigue cebándose del sufrimiento del pueblo. Esa es la lección de la historia de la fiebre del oro que sí vale la pena aprender durante este aniversario.


Legado tóxico

A partir de 1860, la minería hidráulica, financiada por grandes inversionistas de San Francisco, desplazó a los buscadores de oro. La nueva tecnología utilizaba chorros fuertes de agua para exponer las venas de oro. Removió enormes cantidades de tierra y arrasó montañas; los desechos atascaron las quebradas de la sierra y las comunidades agrícolas del valle central de California recibieron una cantidad de tierra ocho veces mayor de la que se sacó en la construcción del Canal de Panamá.

Esto provocó inundaciones que destruyeron 10.000 hectáreas de tierra cultivable por los ríos Bear y Yuba en 1875. En 1883, la presa English, de más de 40 metros de alto, se derrumbó bajo el peso del sedimento que bajaba de la sierra. Los agricultores formaron una asociación para luchar contra las grandes compañías mineras.

Por otra parte, la fiebre del oro envenenó el medio ambiente con mercurio, un metal tóxico que afecta el cerebro, los riñones y el sistema nervioso. El mercurio se empleaba para disolver el oro de la piedra. Se sacaron más de 100.000 toneladas de mercurio de las montañas de la costa y lo llevaron a las minas de oro de la sierra. Los chinos que lo trabajaban morían "tiritando y sin dientes".

Los geólogos calculan que se echaron 7600 toneladas de mercurio a los ríos de la Sierra Nevada; se filtró a los arenales y rocas, y hasta hoy, cuando hay inundaciones, bajan cientos de kilos de mercurio a la bahía de San Francisco. El Instituto del Estuario de San Francisco informó que 44 de 84 muestras de pescado de la bahía tenían niveles de mercurio dañinos a la salud humana.

Asimismo, la fiebre del oro dejó grandes desechos de azufre, que produce ácido sulfúrico al entrar en contacto con el aire, agua o bacterias. El ácido, a su vez, disuelve metales tóxicos, como arsénico y cinc. En una mina abandonada del norte de California, escurre agua anaranjada y verde de un montón de desechos de 70 pisos de alto a un afluente del río Sacramento; el agua es 10.000 veces más ácida que el agua de baterías y seguirá escurriendo por 3000 años.

Charles Chaplin en La quimera del oro (1925)

Charles Chaplin en La quimera del oro (1925)


Fuente: http://elpolvorin.over-blog.es/article-oro-en-california-avaricia-desesperanza-genocidio-y-legado-toxico-60446286.html


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